martes, 23 de agosto de 2011

Busquemos al Señor

En estos días en los que nos preparamos para la celebración del más sabio de los santos y el más santo de los sabios, hay un comentario que hace él a un salmo, en el cual toma literalmente una parte del salmo, pero bueno fue gracias a este comentario que le tomé mayor atención a esta parte del Salmo 26, que inclusive creo que ya se los comenté, pero igual, les comparto lo que llevo dentro, y dice así “una cosa pido al Señor, eso buscaré, habitar en su casa por los días de mi vida…” eso buscaré, busquemos al Señor, día a día, sin miedo, sino con esperanza de encontrar a aquel que nos da fuerza para seguir adelante y es por quien recibimos todo, y es momento creo yo de hacernos una pregunta importante, estoy preparado para morir, si mañana algo pasase y falleciera, como estoy, me siento preparado, listo para partir al encuentro del Señor, estoy listo para que el momento llegue, o aun hay cuentas que saldar, cosas por ver, situaciones que he evitado, miedos por enfrentar, pecados que vencer, rivalidades que superar, en otras palabras, si mañana muero, podré contemplar a Dios cara a cara, y sí lo haremos todos, a excepción que alguien haya renegado de fe (pero eso es tema aparte), todos lo veremos, ya sea al instante, o luego de la purificación, pero creo que nuestro objetivo es poder verlo el mismo día que partamos de este mundo terreno a la casa de los cielos, a la Patria.
Debemos de estar preparados, tener miedo a morir y no estarlo, ese es el Santo temor de Dios del cual nos abran las bienaventuranzas, y el cual todos debemos tener.
No podemos ser sepulcros blanqueados, impecables por fuera, y llenos de podredumbre por dentro, es tiempo de revestirnos del Señor, como dice San Pablo, y correr la carrera para la cual hemos sido llamados, la de la Santidad, luchar por la corona que nos se marchita, por aquella que realmente vale la pena, porque las glorias terrenas se quedan en la tierra, las personas pasan, los bienes se acaban, pero EL siempre estará allí, EL es el inicio, EL es el fin…

“Por eso, junto con el salmista, repítete siempre «una cosa pido al Señor, eso buscaré, habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida, contemplar al Señor lo hermoso de su templo»…” (S.A.), porque, ya para acabar, como dice nuestro Padre San Agustín, “nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón no estará quieto hasta que descanse en ti”, Tu Señor eres quien nos mueve, pero nos mueve hacia ti.
Hagamos pues que todas nuestras obras sean agradables al Padre, y busquemos con ellas nuestra santificación y la gloria de Dios.
Amén.

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