Un poco me ponía a analizar sobre que podía compartirles el día de hoy, y se me ocurrió hablarles sobre la fe, la esperanza y la caridad. Tres cosas muy bellas pero que siempre deben ir de la mano.
Alguna vez han hecho la prueba de la confianza, en la cual un grupo de personas se colocan detrás de ti y tú te sueltas y te dejas caer confiando en que los demás te van a coger, pues Fe es prácticamente igual, es soltarte, dejarte caer y tener la confianza de que será el Señor quien no coja. Ahora bien, tener fe es también creer en aquello que no conocemos pero que sabemos que existe, pero todos hemos tenido una experiencia de Dios, más allá de aceptarlo por la fe, lo aceptamos por la razón, “Sí, Dios existe, yo lo he visto, El ha pasado por mi vida, Él ha hecho cosas grandes en mí” esto va muy de la mano con lo que siempre les menciono que no podemos callar lo que hemos visto y oído. Ahora bien, la cuestión es, ¿está de verdad puesta nuestra fe en Dios? Confiamos en El, y si decimos que es sí, porque aun recurrimos a diversas prácticas ajenas a Dios, como ay la ruda para la suerte, hay mi buda para la prosperidad, mi horóscopo para saber que tal me va a ir. Hemos puesto nuestra confianza plena en Dios.
Y si decimos tener Fe en El, sí lo conocemos, sabemos quién es, aun así podemos despreciarlo e ignorarlo queriendo hacer nuestra vidas a espaldas de Él. Porque si todos nosotros que decimos tener fe en Xto. Jesús, muerto y resucitado por ti y por mi, aun no podemos ni cumplir lo mínimo que nos pide Dios “Amaras al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.” Algo muy bello pero a la vez fuerte, interpolador, ¿cumplimos la ley, a quien amamos de verdad, donde hemos puesto nuestro amor, nuestra felicidad en las cosas terrenas que pasan o en aquel que es eterno y hace todo nuevo?
La Esperanza, una palabra hermosa, dicen que en esta vida todo se puede perder menos la esperanza. Esperanza, esperar eso que se viene, cual es nuestra esperanza, o quién. ¿Es acaso el Señor, Jesús? Y si es sí, si El es nuestra única esperanza, somos de las vírgenes prudentes que están preparadas para la llegada del novio, o son de aquellas que tienen que regresar por más aceite para sus lámparas y cuando salen al encuentro del novio ya se halla él con las prudentes en la boda.
¿No sé si me dejo entender? Esperanza es esperar algo con gozo, con ansias, ahora bien, nosotros esperamos en el Señor, esperamos su pronta venida, y si es así, como lo esperamos preparadas, presurosos, listos para su llegada, o esperaremos el último minuto para tomar conciencia, y con esto a donde voy, pues a algo muy sencillo, como estamos viviendo nuestra vida cristiana, nuestra vida de fe. Como cristianos coherentes al evangelio, esperando al Señor. O somos uno más de esos cristianos light que nos conformamos con lo mínimo. O a lo mejor ni el mínimo cumplimos. Todos somos bautizados, y todos hemos, libremente confirmado nuestra fe, o dado un paso más nuestra vocación como cristianos, hemos tomado conciencia de ello, y vivimos según nuestra libre entrega a Dios ya sea al aceptarlo como mi Señor en la confirmación o a una vocación específica según algún sacramento.
La Caridad, el amor, la base del cristiano, lo que realmente nos mueve a actuar, si nuestra fe y nuestra esperanza están en el Señor, es tan solo porque la caridad verdadera es la que nos mueve. Dice una vieja canción popular “que lindo es vivir para amar,…” y luego dice “dar alegría y felicidad, darse UNO MISMO, eso es amar.”
Como siempre digo, cuál es la prueba máxima del amor, la de Cristo en la Cruz, no hay mayor prueba de amor. QUE dar la vida por los que amas, o por el que amas, si nuestro amor esta y es el Señor, damos la vida por El, y por El implica dar la vida por el Jesús vivo en la Iglesia terrena, a pesar de su errores, dar la vida por el Jesús que vive en mi hermano, en mi familiar, mi ser querido que me rodea, dar la vida por el Jesús que vive en el pobre, enfermo y necesitado. Dar la vida por el Jesús que vive en la persona que más odio, que detesto, que me ha hecho daño. Ah, mira, mira, donde está nuestro amor, en nosotros mismos, o en el Señor. Dios murió por todos, por sus amigos, sus discípulos, y también por los que lo condenaron. Y tú me dirás, pero él era Dios. Pero muchos mártires han dado su vida por Dios, por el Cristo que vivía en aquellos que aún no lo conocían, por el Cristo que lo estaba matando, para que lo acepte de verdad.
¿Donde está nuestra fe? En el horóscopo, las cartas, la suerte. ¿Estamos confiando en El de verdad?
¿Donde está nuestra esperanza? En el dinero, lo material, en alguna persona. ¿Estamos esperando en el Señor? Y si esperamos en El, ¿cómo lo esperamos?
¿Donde está nuestra caridad, nuestro Amor? ¿En amar a los que conozco y los que me caen bien? ¿Estamos amando con la medida de Cristo, o con la nuestra?
Familia mía, esto es para reflexionar y darnos cuenta a las cosas grandes que nos llama el Señor, el no tiene preparadas para nosotros cosas pequeñas sino grandes, y así como nos prepara cosas grandes también nos pide cosas grandes, porque sabe que podemos; y si sentimos que a veces se nos hace difícil les doy dos consejos que a mí me sirven. Uno Bíblico “En ti Señor confié y no me veré defraudado para siempre”. Y el otro de San Agustín “Da lo que mandas Señor, y manda lo que quieras”
Y como dice San Pablo hay tres cosas muy importantes, la fe, la esperanza y la caridad, y de estas la más importante es la caridad. El Señor ha puesto en nosotros cosas grandes, y como dice nuestro Padre San Agustín, “Dios que te creó sin ti, no te va a salvar sin ti”.