viernes, 15 de octubre de 2010

La Reconciliación, el volver a Dios

Pensando, que podía tocar, y continuando los anteriores temas de la oración, y la eucaristía, ahora tocaremos el tema de ¡la Reconciliación!
El volver a Dios.

El pecar es parte de la naturaleza herida del hombre, herida a consecuencia del pecado original.

El hombre renunció a la amistad que tenía con Dios, y se alejó de Él. Pero Dios envió a su Hijo, el cual con su sangre derramada en la cruz nos rescató, y pagó el precio más alto por nosotros, porque nos amaba, y en esto, es miren, es precisamente en esto donde radica el misterio de Dios, del cristiano, de nuestra fe, de nuestra Iglesia, como dice Jn 3, 16. "De tal manera amó Dios al mundo que envió a su hijo único...", nosotros no valemos poco, valemos la sangre de Cristo. Así pues como podemos estar alejados de aquel que nos amo, simplemente no amo, no le importó nuestras miles de faltas, nuestro pecados, nuestros errores, el lo borró todo en la cruz.

Y ahora tu me dirás, allí está ya lo borró todo, ¿por qué tengo que confesarme entonces? Porque fue su mandato, sencillo pequeño, "a quien le perdonen los pecados le quedan perdonados, a quien se los retengan les quedan retenidos" y porque, por la razón que él nos ofrece su salvación de manera libre, no te va a dar algo que tu no deseas, si de verdad quieres aceptar su sacrificio pues lo vives, día a día de una manera más intensa, y donde vives ese sacrificio, en la Eucaristía, en la santa Misa, pero no es simplemente oír, poco después todo queda en palabras, en el aire. Nosotros tenemos los griegos, oír su palabra, asimilarla y hacerla viva. Dios nos habla, oímos su vos, la acogemos, y al acogerla, si de verdad la hemos entendido comprenderemos que para hacer su palabra vida es necesario recibirlo dentro de nosotros, así Dios que es infinito y grande y que nada lo puede contener, lo encontramos al mismo tiempo contenido en algo tan pequeño como ese pedazo de pan.

Así pues, para acogerlo, para ser participes de su sacrificio es necesario que encuentre la casa limpia, ordena, y que no haya ya otro huésped dentro. Así, la manera de limpiar y ordenar la casa, y vaciarla para el mejor es la penitencia, reconocer nuestra limitación, nuestra debilidad, que no podemos hacer mucho por cuenta propia y que necesitamos de Él. El es el buen Pastor, que da la vida por las ovejas, y que cuando uno se pierde deja las 99 y va en su búsqueda, y al encontrarla se alegra.

Dios espera con ansias encontrarnos, para que así su felicidad sea plena, pero,... pero.... pero ¡¿POR QUE si Él desea encontrarnos, nos escondemos?! Buscamos el camino fácil del pecado, preferimos dejarnos vencer por la tentación, por nuestro orgullo, por nuestra soberbia, porque nos cuesta, porque si decimos ser cristianos, nos cuesta humillarnos ante nuestro Dios, El que no dudo en subirse en esa cruz por ti y por mí.
Te dices cristiano, y ¿por qué no vas a misa? porque críticas al curita, que si, es igual de pecador que tu, pero ¿por qué te fijas en la paja de su ojo y no en la roca del tuyo? porque te justificas, porque eres cobarde y no aceptas, si me equivoque.

Algo que una vez comprendí que no hay mayor valiente que aquel que da la cara, que no teme reconocer su error, y que no teme el pedir perdón, porque el pedir perdón es de valiente, de valiente que comprender que el perdonar es morir a uno, morir a lo que se quiere, es vivir como EL vivió, aquel que le decimos Dios.

Este es un mes morado, saben porque es mes morado, por el Señor de los Milagros, un Cristo yaciente, en la cruz, humillado, doliente, es un mes morado porque el morado significa PENITENCIA, conversión, es un mes como se le ha llamado, de la cuaresma peruana, un mes para recapacitar, para reflexionar, para vivirlo de verdad, como cristianos, y no como un mediocre más de esta sociedad que va a pedirle su milagrito, que busca el milagro del Señor y no al Señor de los Milagros.

Yo los invito hermanos a que recapacitemos en cómo es nuestra relación con el Señor, ¿es sincera, o vivimos justificándonos...? Y también, porque los conozco, y seguramente irán aunque sea un día a venerar la imagen del Cristo Morado, a que vayamos con esa actitud, humilde, sencilla, buscando en ese Cristo agonizante el perdón y la paz. Acerquémonos al sacramento de la reconciliación, y no esperemos el pecado mortal, si tenemos la gracia, la dicha de tener un sacerdote cerca aprovechémoslo, porque no olvidemos que tenemos en casa testimonios de lo que no es tener una ayuda espiritual cerca, aprovechemos nuestras facilidades y busquemos recibir a nuestro Dios con un corazón completamente limpio.

No olvides que Dios está allí, esperándonos siempre, con los brazos abiertos, porque es como ese Padre, que al ver a su hijo que salió de su casa volver, sale a su encuentro y lo viste, y coloca en su dedo un anillo de nuevo, ese anillo que es símbolo de la relación del Padre con el Hijo. Para nosotros el vestido es el vestido de la Gracia, que nos limpia de todo pecado, y el anillo, es el mismo Cristo, en la Eucaristía.

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