martes, 18 de octubre de 2011

Era esclavo...

Hoy día una reflexión, meditada al pie de la cruz, en el día en el que el Cristo morado sale a las calles...

Mi Padre era esclavo del faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte. Realizó ante sus ojos señales y prodigios grandes y terribles en Egipto, contra el faraón y contra toda su casa. Y nos sacó de allí para traernos y entregarnos la tierra que había prometido con juramento a nuestros padres…” Cf. Dt 6, 20 – 23

Jesús bendito tú me has liberado de la opresión, me has librado de las cadenas de la muerte, me cuidaste y me condujiste a aquella tierra que habías preparado para mí.

Era esclavo de la muerte, del pecado, estaba ciego y sordo extraviado, lejos de ti, pero tú estabas cerca de mí, tu confiabas en mi y cumpliste la palabra que prometiste a mis padres, nos diste un libertado que realizó el éxodo de mi vida. Y pagaste por mi libertad el precio más alto, tu vida en la cruz.
Era esclavo en Egipto, y cuál era mi Egipto, mi Egipto era el pecado, en especial.
Era esclavo en Egipto y tú me mostraste tu gloria, y aún me la muestras día a día; y me hiciste libre y me condujiste por el desierto hacia las tierras que manan leche y miel, y así como tres día reposó el hijo del hombre en corazón de la Tierra, así tres veces fui sumergido en ti, y en ti renací, y viví.

Pero Jesús, aún hoy recuerdo las cebollas de Egipto, me aburro de tu mana, y digo “mejor estaba en Egipto”. Y esa es la mentira más grande, pero cuantas veces mi fragilidad y mi debilidad me han vuelto a hacer ciego y sordo.

Hazme ver y oír, para que así ya no sea terco, y pueda ori tu voz y así nunca ser como en Meribá, cuando nuestros padres te pusieron a prueba aunque había, aunque habíamos visto tus obras.

Jesús, en ti está la vida y la libertad, del árbol de la muerte brota la vida, y ese signo de vergüenza, de necedad y locura, hoy quiero que sea para mí mi orgullo, que sea para mí mi razón de llamarme cristiano, mi razón de seguir adelante, porque ese signo que hoy la sociedad desprecia y oculta por su crudeza, quiero que sea mi día a día, un morir por ti, y solo por ti.

Haz Jesús bendito, que esto no sean bellas palabras, una linda reflexión o una bonita oración, haz Jesús que esto sea un estilo de vida. Reconocer día a día mi debilidad, mi pobreza, mi hambre y que sea de ti, y poder siempre beber esa fuente de agua viva que brota para la vida eterna, y me hacer amar y salir a gritar con mi voz y mi vida que un día fui esclavo en Egipto pero al fin llegué a mi tierra prometida y esta es estar ante ti, la Jerusalén terrena, la Iglesia, que es tan solo el preámbulo de la Jerusalén eterna, donde las palabras serán pequeñas pero grande el amor.

Gracias Jesús por los Moisés’es y los Aarón’es que pones en mi vida, los obispos, sacerdotes, religiosos e incluso los laicos, familiares y amigos por los cuales me hablaras y diriges.

Y sobre todo gracias porque me diste la mejor compañera, María Santísimo, y en ella nos diste la madre que cuida, la muestra que corrige, y la modelo que nos enseña cómo debemos estar, con una espada en el pecho, con dolor (al ver el daño del pecado), con soledad (por seguir a Cristo) pero con la esperanza de que tu eres Dios, tu el camino la verdad y la vida, y que si te tengo a ti, lo tengo todo.

Gracias Jesús, porque en el desierto de mi vida, tú fuiste, eres y serás, la única razón para seguir, de estar aquí, de decir te necesito, te amo… Jesús…

Jesús… te amo…

Ven y hazme tuyo… y solo tuyo…

Tu hijo y amigo…

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