El domingo pasado dimos inicio a un nuevo año litúrgico con la celebración e inauguración del Adviento, que es el tiempo de preparación para la Navidad, nos preparamos para celebrar una de las fiestas más importantes del cristianismo en todas sus ramas, la Navidad, el nacimiento de nuestro Señor.
Ahora bien, el Señor nació hace 2 mil años, ya no va a nacer, por eso el 25 de diciembre conmemoramos uno de los actos de amor más grande de Dios que se verá culminado con su entrega en la cruz, y esta es la Encarnación del Hijo de Dios, del Cristo, el Mesías, ya desde mucho tiempo atrás, el simple hecho de recordar la Encarnación, que Dios se hizo hombre era algo de adoración, por eso cada vez que se mencionaba ya sea en el credo, el Te Deum o el Ángelus, los monjes se inclinaban, como reverencia simplemente a la mención de la encarnación! Ahora bien, el Señor ya nació, no va a volver a nacer, y lo que recordamos es su glorioso nacimiento.
Ahora bien, entonces, si decimos que el Adviento es la preparación para la llegada del Hijo de Dios, y el Hijo de Dios ya llegó, ¡¿para qué nos preparamos?! Para la Parusía, la vuelta del Señor, su segunda Venida.
Porque recordemos que dice la Palabra de Dios, así como lo vimos ascender, de la misma manera lo veremos bajar rodeado de su gloria. Y no sabemos ni el día, ni la hora, es por eso que el Señor nos dice que tenemos que estar atentos, tener las lámparas prendidas porque no sabemos cuándo regresará el amo, estad vestidos y tened aceite extra porque no sabemos cuándo llegará el novio, son las alegorías que nos presenta el Señor.
Pero ahora bien, si recordamos a las vírgenes prudentes que llevaron ese aceite extra para esperar la llegada del Novio, veamos así rápidamente quienes son las vírgenes, sencillo, nosotros. El Novio, el Señor, que regresará para desposarnos, para juzgarnos, y recordándoles la última reflexión, para ponernos a algunos a su derecha y a otros a su izquierda. Pero vamos a lo que me interesa ahorita, el aceite, que es ese aceite que debemos tener es nuestras lámparas, pues es el aceita de la verdadera vida cristiana. Es el aceite que mantiene viva nuestra lámpara de la fe, es la gracia del estar sin pecado, del practicar la caridad, del ser coherente con nuestra vida, del ser verdaderos cristianos, porque no debemos esperar el último minuto como hicieron las imprudentes que tuvieron que regresar por más aceite y cuando regresaron ya era tarde, el novio había desposado a las prudentes. El Señor nos da grandes oportunidades, nos ha permitido conocerlo hoy y ahora, ya somos también nosotros vírgenes del Novio, ahora no sabemos cuándo vendrá, pero debemos esperarlo, listos, siendo cristianos de verdad, para que cuando venga estemos preparados.
Este adviento es un tiempo de preparación, de conversión, de recordar y celebrar, porque el Hijo de Dios ya vino, y regresará porque nos ama.
Yo los ánimo a seguir adelante, perseverando y sobre todo buscar perseverar, ser coherentes con lo que decimos ser, porque así, a pesar de quedarnos solos, nunca lo estaremos, porque lo tendremos a EL que es nuestro único consuelo, el que de verdad vale la pena, el que no falla ni defraudo, y a pesar de que parece que en la tormenta, mientras lo pasamos difícil está dormido, no lo está, solo espera que lo llamemos para que acuda en nuestra ayuda.
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