Desde mucho antes, y más desde que está en el Seminario, cada vez que escuchamos al Hermano Luis Alberto, o que leemos sus e-mails, sus reflexiones, sus mensajes, sus meditaciones, sus lecciones de vida, oír o leer esas palabras cargadas de espiritualidad y de fe, son capaces de arrancar en nosotros una sonrisa de esperanza, un brillo en los ojos, nos hace renacer, transmite un calor en el corazón, unas lágrimas de alegría o un gran sentimiento de fe viva.
viernes, 4 de junio de 2010
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